¡Más movimiento, menos quejas!

La queja es un discurso interno o externo que se crea con la intención de expresar alguna circunstancia, aliviar un malestar, dolor, sufrimiento o criticar algo o alguien. Cuando nos quejamos, nos convertimos en víctimas de nosotros mismos y no avanzamos. Las personas se posicionan mirando el problema y estancándose en él. Esta, conduce a la inmovilidad.

Los quejones siempre tienen un motivo para quejarse, es su forma de comunicarse y de relacionarse con los demás. Aunque es cierto que a veces las cosas no salen como las esperamos y que necesitamos desahogarnos, debemos evitar convertir la queja en un estilo de vida. Quejarnos, aún cuando nos produzca un alivio inmediato, no nos proporciona una solución a nuestros problemas.

Es importante resaltar que no es lo mismo quejarse por quejarse que hacerlo de forma puntual y asertiva, sobretodo si estamos reclamando nuestros derechos, ya que, estaríamos buscando una solución al problema que se nos plantea y no un simple desahogo.

La persona que se queja, mental y emocionalmente, se condiciona para estar atento a todo lo malo que pueda encontrar en el camino. Se cierra a lo bueno; deja de percibirlo, no le da importancia. Lo positivo no le sirve de nada. La queja en sí es lo que mantiene la situación por la cual nos quejamos; impide ir más allá y ver otras cosas, otras oportunidades, maneras de solucionar el problema.

Los malos momentos son parte de la vida, y tenemos que aprender a aceptarlos. Lo relevante es buscar soluciones, no perder el tiempo en historias pasadas, ni esperar con los brazos cruzados a que otros nos resuelvan la vida. Debemos evitar que las circunstancias nos limiten a la  hora de alcanzar las metas, sueños o proyectos.